Cuando descubrimos el fluir energético del movimiento de la vida y de la conciencia, nos damos cuenta de todo el tiempo que perdimos en el pasado, pensando en aquello que nos faltaba del exterior. La conexión con el nivel más profundo de nosotros mismos, la conciencia, nos permite comprender, por lo tanto, que somos mucho más que un cuerpo biológico que necesita sobrevivir. Es esta misma conciencia, la que tiene su propia fuente energética de la que se nutre sin tener que depredar la energía de los demás. Cuando la persona conecta con su conciencia y los niveles sutiles del cuerpo energético, deja de necesitar lo superfluo, para centrarse en lo primordial, que es el descubrir la capacidad de vivir de una forma plena y satisfactoria en todos los niveles.